No es que haya dudado ni por un momento en apreciar las características de este peculiar pueblo de la sierra madrileña, que entre otras cosas encanta con sus villas, jardines y todo su entorno, pero al pensar en recorrer este circuito a través de Bustarviejo y subir al puerto de Canencia en sentido inverso a las manecillas de reloj, me inquieto lo suficiente, sobretodo porque sé que me espera una subida muy difícil y muy técnica, no tengo idea de cuantas horas me cueste y si los arbustos están muy crecidos en el puerto, peor para mis piernas.
Solo unos cuantos metros después de atravezar por algunas de sus calles a el pueblo de Bustarviejo, tengo que afinar mi pedaleo y mi equilibrio para intentar subir sin bajarme de la bici el mayor tiempo posible, tarea que la montaña se encargaría de ponérme muy difícil. Pero entre la espesa vegetación y una trocha de piedra muy inclinada adornada con pequeños arroyuelos que se abren paso poco a poco por las laderas, continuo mi camino despacito muy atento hasta que un arroyo se cruza en mi camino.
Parecía que la naturaleza reclamase el camino como propio por estar allí primero que el hombre, y de hecho lo hacía con tal decisión que poco a poco se ha cubierto de agua la trocha y no tuve otro remedio que dejarle seguir y continuar por un sendero hasta que porfin logré llegar a una trialera seca pero tan intransitable como algunos arbustos mas corpulentos y otros llenos de espinas lo permitían. He dejado estar pendiente del tiempo cuando descubrí que llevaba mas de dos horas subiendo, y todo lo que me faltaba. Si no reconociese esta parte del puerto de Canencia les aseguro que podría haberme planteado regresar...
Menos mal que cuando pensé por quinta vez consecutiva que esto no podía ponerse peor, llegue a una parte muy alta cubierta por praderas donde pastan las vacas, observe a lo lejos el embalse de Riosequillo y por fin retome los ánimos y la orientación.
Aunque es mas difícil pedalear sobre un camino perdido entre el verde del pasto y los arbustos, por lo menos pude hacerlo despacito y subido en la bici. He hecho llegado hasta la cima unos mil metros mas adelante bastante agotado.
Una espectacular vista recompensaría tanto cabreo mientras me quitaba algunas espinas de mis brazos. Una pequeña caseta de vigilancia forestal ubicada allí con las ventanas abiertas al igual que un pequeño chucho ladrando me indicarían que había alguien.
He leído que desde estos pequeños puestos de vigilancia se pueden detectar incendios forestales a muchos kilómetros de distancia y quise ir hacia allí a saludar, con el rabo entre las patas, como el perro que quedo atado a su caseta por tanto ladrar, tuve que iniciar mi descenso, pues no me contestaron el saludo. Ni falta que hacia pues un poco mas adelante me encontraría a falta de uno, dos montañistas mas majos que si lo harían.
Al fondo el pueblo de Bustarviejo, ya iniciada la subida hacia El puerto de Canencia |
Al fondo se ve parte del recorrido de la subida al puerto |
Caseta de vigilancia forestal del puerto de Canencia |
Una espectacular vista recompensaría tanto cabreo mientras me quitaba algunas espinas de mis brazos. Una pequeña caseta de vigilancia forestal ubicada allí con las ventanas abiertas al igual que un pequeño chucho ladrando me indicarían que había alguien.
Mirador de la carretera de Canencia a Rascafría |
He leído que desde estos pequeños puestos de vigilancia se pueden detectar incendios forestales a muchos kilómetros de distancia y quise ir hacia allí a saludar, con el rabo entre las patas, como el perro que quedo atado a su caseta por tanto ladrar, tuve que iniciar mi descenso, pues no me contestaron el saludo. Ni falta que hacia pues un poco mas adelante me encontraría a falta de uno, dos montañistas mas majos que si lo harían.
Tramo de la misma carretera donde se aprecia que esta construida sobre el camino romano |
Tendría que interrumpir mi descenso por la espectacular pista forestal, con un tramo de la carretera que va de Miraflores a Rascafría, aunque no menos divertido que la pista, pues con esta carretera construida sobre un camino romano que aún conserva sus características de arquitectura, tanto en lo antiguo como en lo estrecho, con el aliciente de tener que compartir prácticamente un solo carril que tiene la carretera para los coches que van y vienen, acompañados de un poco de vertigo y espectaculares vistas. Pero no sería por muchos kilómetros, solo los suficientes para ganar velocidad hasta llegar a los 65 km por hora, a lo que bajan los ciclistas de ruta por estas carreteras pero que dejaría de lado para llegar por otra senda que me llevaría de nuevo hacia Miraflores de la Sierra con la satisfacción de haberme llevado el gato al agua por haber logrado con creces cruzar este puerto.
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